viernes, septiembre 03, 2010

DÓNDE QUEDÓ EL ASOMBRO?

La sorpresa parece haber sido devorada por la costumbre. Ese asombro en la mirada de un niño, el asombro ante lo creado, ante el brillo humedecido de una hoja, el asombro ante el rocío, ante los movimientos de un animal, ante el contraste de los colores, parece que desapareciera bajo el traqueteo de los días iguales, el paso de tren de las estaciones iguales, el ciclo de las circunferencias idénticas, los fines de semana monótonos, el ruido encadenado de tazas entre bostezos y escaleras, pasos y autobuses en procesión hacia despachos, ojos resbalando por pantallas, cafés, informes, idas y venidas de colegios rutinarios, idas y venidas de veraneos similares, entradas por autopistas a la gran capital, entradas por pasillos a los nuevos cursos, vueltas al colegio, vuelta a las navidades, vuelta a las cuestas de enero, vueltas a las primaveras, vueltas y revueltas del estío, luces del verano, sombras aparentes de otoños idénticos.

´Los griegos querían ser un pueblo de filósofos, y no de tecnócratas, es decir, eternos niños, que veían en el asombro la condición más elevada de la existencia humana. Solamente así puede explicarse el hecho significativo de que los griegos no hicieran uso práctico de innumerables hallazgos´ (St. Harkianakis, citado por Ratzinger en El camino pascual).

¿Por qué se pierde el asombro, cómo se pierde? Hay una costumbre, un hábito rumiante de consumir masticando lo nuevo, a veces triturando lo último, a vez sin siquiera atragantarse, tan voraces somos. Se consume y se consume, se circula y se circula, se recorre el mundo instantáneamente con sólo oprimir el teclado, únicamente moviendo el volante. ¿Y el silencio, la sorpresa, la quietud? Parecen haber desaparecido. Y sin embargo, ´ la sorpresa es una categoría importante en la vida. Mas, al menos para mí, todavía hay otra cosa importante en la creación...

La curiosidad. Nadie incluye la curiosidad entre los sentimientos, pero yo creo que la curiosidad es un sentimiento. Cuando la miro a usted, tengo curiosidad´. (Wllslawa Szymborska). Esa actitud de los ojos alargados de la curiosidad que muestra la Premio Nóbel polaca al mirar a la periodista que le entrevista, esa tensión de la atención tendida hacia lo ajeno, hacia lo otro, hacia el otro -lo que me va a revelar el otro, lo que ya me está revelando, lo que me ha revelado-, esa postura anímica expectante hacia lo que me va a desvelar hoy la vida, este día, esta persona que entra ahora en el despacho y que se sienta ante mí con su pregunta y su problema, incluso con su abanico de soluciones aún sin decidir, todo esto se halla en el centro de la curiosidad y a pocos pasos del umbral del asombro.

Yo todos los años me quedo asombrado en la primera hora de la primera clase del curso universitario. Vienen ante mí todos los alumnos de todos los puntos del país y se posan como bandada de ideas y de cuestiones sentados en semicírculo, absortos ante las cuestiones e ideas que se les pueda plantear. Aún no han sido tocados por la sombra del escepticismo ni les ha caído encima una mota de aburrimiento. Están allí sentados, abierto su cuaderno virginal de ignorancias en espera del alimento que reciban.

Y practicamente todos ellos -aun sin formularla de manera explícita- guardan una pregunta escondida que no sé qué padre ni qué madre ni qué escuela les haya podido señalar y tampoco imagino en qué momento.

¿Qué es la verdad? ¿Y la bondad? ¿Y la ética? ¿Dónde está el bien en este mundo tan injusto? ¿Y la belleza? Recuerdo las frases de Kafka paseando por Praga con su amigo Janouch. Decía Kafka: ´La juventud es feliz porque posee la capacidad de ver la belleza. Es al perder esta capacidad cuando comienza el penoso envejecimiento, la decadencia, la infelicidad´. Janouch le preguntó: ´¿Entonces la vejez excluye toda posibilidad de felicidad?´. Y Kafka respondió: ´No. La felicidad excluye a la vejez. Quien conserva la capacidad de ver la belleza no envejece´:

Naturalmente esa briosa acometida que siempre es la juventud -generación tras generación- en su perpetuo anhelo de ir en busca de la felicidad, del bien, de la verdad y de la belleza toma un impulso ascendente que se mantendrá hasta ser tentado por los anzuelos de la utilidad o quedar fatigado por el cansancio. Entonces los caminos del ver se bifurcan -o a veces se entremezclan-, y unos ven únicamente la utilidad de las cosas y otros tan sólo la belleza. De cualquier forma, ese empuje continuo de la juventud por remontar las fuentes siempre me ha dejado asombrado y uno procura, en su pequeña medida, responder alentando y manteniendo cada vez más vivo ese entusiasmo por el asombro.

Artículo sobre Liderazgo. Autor desconocido

sábado, enero 23, 2010

Soy el capitan de mi alma

En la noche que me cubre,
tenebrosa como el abismo de polo a polo,
doy gracias a cualesquiera dioses que pueda haber
por mi alma inconquistable.
Al caer en la trampa de las circunstancias,
no he gemido, ni he gritado,
bajo los golpes tengo la cabeza ensangrentada
pero erguida
no importa cuan estrecho pueda ser el portal,
cuan cargado de castigos sea el edicto
SOY EL AMO DE MI DESTINO
SOY EL CAPITAN DE MI ALMA
William Ernest Henley

domingo, diciembre 20, 2009

Einstein ya sabía cómo sería esta crisis

Albert Einstein era el único que sabía lo que iba a pasar en esta crisis. Estableció hace 100 años dos principios que son aplicables a esta situación y que permiten entenderla mejor y saber cómo actuar para aprovechar todas sus oportunidades.
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El primer principio de Einstein consiste en plantearse todo cada día: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Éste debe ser un hábito de los directivos en la crisis pues la empresa del 2009 no se parece a la 2007. Hay variables que han cambiado radicalmente (ventas, propuesta de valor y relación con las entidades financieras) y por ello hay que cambiar la manera en la que gestionamos la caja, los costes y las ventas.
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Y la Teoría de la Relatividad, el famoso E=mc2, que ahora se traduce a “en la crisis todo es relativo”. No es ya tan importante la posición que tengo frente al año anterior (casi seguro peor) como la relativa frente al resto de mis competidores. Sobrevivirán los más fuertes y los que mejor se adapten al entorno.
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Hay que estudiar la posición que tenemos para aprovechar todas las oportunidades que nos brinda la crisis. Como en crisis anteriores, un porcentaje de las empresas aprovechará la crisis. Según nuestro estudio, casi un 25% de las empresas saldrán reforzadas.
Estas oportunidades se pueden aprovechar de diferente manera. En la actitud pasiva, aplica el dicho de “lo que no mata, te refuerza”. Un sector donde algún competidor cierra, genera muchas oportunidades de mejorar los resultados del resto: sus ventas se “reparten”. En la actitud activa, es una oportunidad comprar a competidores a precios baratos.
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Sin embargo, puede ser aún mejor oportunidad aplicar lo que nosotros llamamos el Plan A.C.C.I.O.N. La receta aprendida de los que han triunfado en otras crisis se resumen en ¡ACCIÓN!.
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Sus elementos clave son:
- Agilidad. En un plan, los primeros 100 días son fundamentales. El 62% de las empresas que lo llevaron a cabo remontaron la situación.
- Contundencia. Las compañías exitosas en estos entornos ejecutan cambios radicales en su estrategia. El 81% de las que fueron más drásticas triunfaron.
- Caja. Un 77% de las empresas no disponían de una herramienta de tesorería correcta. En cambio en los casos de éxito, un 71% tenían un enfoque muy importante a la gestión de tesorería.
- Información. Debemos mantener una comunicación fluida y constante con todos los que intervienen: colaboradores, proveedores, bancos, clientes... El 47% de las firmas que salieron airosas de la situación así lo hicieron.
- Objetivo. El plan debe ser objetivo y creíble.
- Núcleo: Hay que concentrarse en lo que se sabe hacer. Lo hicieron el 59% de las compañías que superaron una crisis.
Todos los elementos del plan ACCION son importantes, pero la agilidad, contundencia y centrarse en lo que sabemos hacer son los más relacionados con el éxito. Para ponerse en marcha… ¡El plan de ACCION es el primer paso!.
Eduardo Navarro

sábado, enero 10, 2009

El efecto del pensamiento en las circunstancias

La mente es como un jardín que puede ser inteligentemente cultivado o abandonarse y llenarse de hierbas y maleza.
Sin embargo, ya sea que esté cultivado o descuidado, siempre está destinado a producir algo. Si no se siembran semillas útiles, entonces caerán, crecerán y se reproducirán en abundancia semillas de maleza.
Al igual que un jardinero cultiva su parcela manteniéndola libre de maleza, sembrando las flores y frutos que desea, así también todos debemos atender el jardín de nuestra mente, limpiándolo de pensamientos dañinos, inútiles e impuros, y cultivando los frutos de pensamientos correctos, útiles y puros.
Siguiendo este proceso, tarde o temprano descubrimos que somos los jardineros de nuestro espíritu, reconocemos las faltas en nuestra manera de pensar, captamos cada vez con mayor precisión, cómo nuestros pensamientos se encargan de moldear nuestro carácter, nuestras circunstancias y nuestro destino.
El pensamiento y el carácter son uno solo, ya que este último es la sumatoria de nuestros pensamientos dominantes. Puesto que el carácter de una persona se revela y manifiesta en sus circunstancias, es posible afirmar que el entorno de cada uno siempre estará en armonía con su estado interior. Esto no significa que las circunstancias de una persona en un momento dado sean un indicador de la totalidad de su carácter, sino que algunas de ellas están íntimamente conectadas con algún elemento vital de su pensamiento, el cual ha sido el causante de dichas circunstancias.
Cada persona está donde está por decisión propia.
Los pensamientos que han moldeado su carácter la han llevado allí. Esto es válido tanto para aquellos que se sienten decepcionados con el mundo que los rodea como para quienes están satisfechos con él.
En el proceso del desarrollo humano, cada circunstancia que enfrentamos trae consigo una enseñanza y una lección que debemos aprender; una vez que la hemos aprendido, ésta termina y da lugar a otras circunstancias.
James Allen nos recuerda lo siguiente:
"La persona que piensa que su vida es el resultado de condiciones externas, suele ser víctima de ellas. No obstante, cuando crea conciencia del poder creativo que reside dentro de ella, y entiende que es allí donde se encuentran tanto las semillas, como la tierra que da fruto a tales circunstancias, sólo entonces se convierte en la dueña y señora de sus pensamientos.
La persona que por algún tiempo ha practicado el autocontrol sabe que las circunstancias nacen de los pensamientos; es consciente de que en la medida en que cambie su estado mental y su manera de pensar, cambian sus circunstancias. De igual manera, quien se dedica a corregir los defectos de su carácter con tenacidad, comienza a ver progreso rápido en su manera de pensar y actuar.
Siempre atraeremos aquello que ya se encuentra dentro de nosotros; tanto lo que amamos como lo que tememos. Inequívocamente, el ser humano siempre alcanza la cúspide de sus más preciadas aspiraciones, o cae al nivel de sus más indignos deseos. Las circunstancias son simplemente los medios mediante los cuales recibimos aquello que merecemos o que creemos merecer.
Cada semilla de pensamiento que sembramos y permitimos que eche raíces y crezca en nuestra mente, produce aquello que constituye su esencia, florece y, tarde o temprano, produce sus propios frutos de oportunidad y circunstancias.
Buenos pensamientos producen buenos frutos, malos pensamientos dan malos frutos.
El mundo de las circunstancias exteriores toma forma en el mundo interno de los pensamientos, y todas las condiciones externas, agradables y desagradables, son factores que finalmente existen para qué el ser humano aprenda, tanto de sus logros como de sus sufrimientos.
Siguiendo sus más profundos deseos, aspiraciones y pensamientos dominantes -ya sean visiones engañosas, viciadas por la imaginación, o caminos de elevadas aspiraciones- el ser humano finalmente recibe por completo los frutos de dichos pensamientos en la clase de vida que termina viviendo.
Una persona no acaba en la cárcel debido a la tiranía del destino o a la injusticia de las circunstancias, sino como resultado del camino y los deseos que ha elegido perseguir. Una persona de pensamientos nobles y puros no cae en el crimen de repente, a causa de las presiones o circunstancias externas que le puedan rodear. Lo cierto es que estos pensamientos criminales, seguramente han sido secretamente albergados en el corazón, y la ocasión propicia simplemente se ha encargado de revelarlos.
Las circunstancias no hacen a la persona; ellas simplemente la revelan a sí misma.
No pueden existir condiciones que nos hagan descender en el vicio, a menos que existan inclinaciones viciosas previas; o ascender en la virtud y la felicidad sin haber cultivado continuamente aspiraciones virtuosas. Por lo tanto, como amos y señores de nuestros pensamientos, somos los arquitectos y constructores de nuestro propio destino.
Las personas no atraen hacia ellas aquello que quieren, sino aquello que son. Sus caprichos, gustos y ambiciones suelen ser pasajeros y pronto desaparecen, pero sus más íntimos pensamientos y deseos -buenos o malos- se alimentan de sí mismos. Nuestros pensamientos y nuestros actos son, o los carceleros que nos condenan a una vida de mediocridad, o los redentores que nos liberan y nos empoderan.
Nunca obtendremos aquello que deseamos, ni pedimos, sino aquello que merecemos. Los deseos y oraciones sólo son gratificados y atendidos cuando armonizan con los pensamientos y las acciones.
A la luz de esta verdad, ¿cuál es entonces el significado de aquella frase que dice que estamos luchando contra las circunstancias? Significa que absurdamente, el ser humano parece estar siempre luchando contra un efecto que no desea ver en su vida, mientras todo el tiempo está alimentando y preservando la causa que genera dicho efecto en su corazón.
Y esta causa puede ser un vicio consciente o una debilidad inconsciente; pero cualquiera que sea, retarda o anula nuestros esfuerzos y clama por una cura.
Desgraciadamente, muchas personas están ansiosas de mejorar sus circunstancias, pero no están dispuestas a mejorarse a sí mismas; por eso permanecen atadas al pasado del cual quieren escapar.
Quienes entienden y reconocen su necesidad de crecer y mejorar siempre alcanzarán los objetivos que su corazón les haya trazado. Pero para eso, deben estar preparados para realizar grandes sacrificios personales antes que puedan lograr su objetivo, entendiendo que el precio del éxito no es negociable. Y una vez han comenzado a transitar su camino, descubrirán la presencia de esa gran ley que es absolutamente justa, y que no retorna mal a quien hace el bien, ni premia con el bien a quien mal actúa.
Una vez que sabemos esto, entendemos que nuestra vida se desarrolla, y siempre se desarrolló, con justicia, y que toda experiencia pasada, buena o mala, ha sido siempre el resultado de este proceso de crecimiento.
Buenos pensamientos y acciones jamás pueden producir malos resultados; malos pensamientos y acciones no pueden jamás producir buenos resultados.
Esto no es otra cosa que afirmar que al sembrar trigo, lo único que podemos cosechar es trigo; si sembramos ortigas cosecharemos ortigas.
Es fácil entender esta ley en el mundo natural, pero muchas personas se rehúsan a entender que funciona de igual manera con nuestros pensamientos y actitudes; por esta razón, actuamos de manera inconsistente con ella. El sufrimiento siempre es el efecto de los pensamientos equivocados en alguna dirección; es indicador de que el individuo está fuera de armonía consigo mismo, con la ley de su ser.
Al igual que el tratamiento de una herida o infección produce dolor y sufrimiento temporal antes de producir el alivio deseado, el único uso del sufrimiento es purificar y sanear todo aquello que es inútil e impuro. Sin embargo, una vez que se ha llegado a ese punto, el sufrimiento cesa.
Las circunstancias por las que los seres humanos sufren son el resultado de su propia falta de armonía en su manera de pensar, y aquellas que le traen paz y felicidad son el producto de una vida armónica. Este estado de felicidad y paz, y no las posesiones materiales, es la medida del pensamiento correcto; la infelicidad, no la falta de posesiones materiales, es la medida del pensamiento errado.
Una persona puede ser desgraciada y ser rica en posesiones materiales, o puede tener pocas posesiones y gozar de una gran paz interior. La felicidad y la riqueza sólo se juntan cuando la riqueza se emplea correctamente y con sabiduría. La persona pobre sólo desciende a la miseria cuando considera su destino como una carga injustamente impuesta. Una persona no puede ser feliz, saludable y
Camilo Cruz, La Ley de la Atracción - Mitos y verdades sobre el secreto más extraño del mundo

martes, mayo 13, 2008

La fé

"La fe mueve montañas, pero las dudas las construyen"
Madre Teresa de Calcuta

lunes, mayo 12, 2008

Si que puedes

¿Puedes alcanzar las metas que te has propuesto, a pesar de los muchos obstáculos que habrá en tu camino?
Si que puedes.
¿Puedes levantarte y hacer un esfuerzo más, tantas veces como sea necesario, hasta llegar al lugar al que te habías propuesto llegar? Sí, sin duda que puedes.
Sí puedes mantenerte calmado y enfocado mientras el mundo a tu alrededor se arremolina en ruidosa confusión. Sí puedes avanzar día a día con actitud positiva a pesar de que las circunstancias y situaciones parezcan jugar siempre en tu contra. Sí puedes hacer todo esto y más aún. Si un camino queda bloqueado, hay muchos otros por seguir.
Si estás dispuesto, hay una manera. Estando dispuesto a alcanzar los resultados que deseas, sí puedes encontrar ese camino y transitarlo.
Sea lo que fuere que la vida pueda requerir de ti, cuando tú decides hacerlo realidad la respuesta será siempre sí.

Gabriel Sandler

martes, mayo 06, 2008

El buscador

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador...
Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es alguien que, necesariamente sabe qué es lo que está buscando, es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. El había aprendido a hacer caso riguroso a estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó, a lo lejos, Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadores; la rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada. Una portezuela de bronce lo invita a entrar.
De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción...:
Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días.
Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción.
Se acercó a leerla, decía: Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas
El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una, empezó a leer las lápidas. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. Pero lo que lo conectó con el espanto, fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años....
Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio, pasaba por ahí y se acercó. Lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar. No, ningún familiar dijo el buscador - ¿qué pasa con este pueblo?, ¿qué cosa tan terrible hay en esta ciudad?. ¿Porqué tantos niños muertos enterrados en este lugar?, ¿cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que los ha obligado a construir un cementerio de chicos?!!!
El anciano se sonrió y dijo:
Puede Ud. serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré... Cuando un joven cumple quince años sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgando del cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda, qué fue lo disfrutado... a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo.
Conoció a su novia, y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?, ¿una semana?, ¿dos?, ¿tres semanas y media?...
Y después... la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso, ¿cuánto duró?¿el minuto y medio del beso?, ¿dos días?, ¿Una semana?... ¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo...? ¿ y el casamiento de los amigos?...? ¿ y el viaje más deseado...? ¿ y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano...? ¿ Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?... ¿horas?, ¿días?...
Así... vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos cada momento. Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre, abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque Ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo VIVIDO.
Jorge Bucay